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EL CID A LO LARGO DE LA LITERATURA:

alt text El cantar de gesta llamado Cantar del Mío Cid es la primera obra narrativa extensa de la literatura española en una lengua romance. Relata las hazañas heroicas inspiradas en los últimos años de la vida del caballero castellano Rodrigo Díaz de Vivar, desde el inicio de su primer destierro en 1081 hasta su muerte en 1099.

alt text La actualización del Poema del Cid comienza, a principios del siglo XX, con los escritores del Modernismo y los de la Generación del 98. Dentro de los primeros, para quienes la literatura medieval tuvo una especial consideración, destaca el poema Castilla de Manuel Machado, perteneciente a su libro Alma (1902), en el que la recreación del episodio de la “niña de nueve años”, que se hace oír en el poema como la voz del destierro, le sirve a Machado para contraponer, a través del diálogo que es casi monólogo, la delicadeza de la niña y el valor del héroe.

También habría que destacar la recreación intrahistórica, mítica e ideal, en clave unamuniana, que hace Menéndez Pidal en La España del Cid (1929), donde la visión humana del héroe, ligada a la aventura misma de la lengua, se impone sobre el elemento bélico: la vida del Cid nunca tuvo como principal ese aspecto guerrero que alguien puede creer único en ella, y que si lo es en la vida de otros héroes análogos, como, por ejemplo, Roldán. El Cid ofreció siempre un mayor interés humano, palpitante en su gran obra.

La Generación del 27, en su intento de fundir tradición y novedad, se preocupó por la figura del héroe castellano. Dentro de ella destacan tres autores: Pedro Salinas, que escribió tres ensayos: El Poema de Mío Cid y un romance viejo”, (1940), “El Cantar de Mío Cid, Poema de la honra”, de 1945, y “La vuelta al esposo: ensayo sobre estructura y sensibilidad en el Cantar de Mío Cid”, de 1947; Dámaso Alonso, “Estilo y creación en el Poema del Cid”, de 1941; y Gerardo Diego, “El ritmo en el Poema del Cid”, de 1943.

alt textEl estudio biográfico de Agustín Palau Claveras, El Cid Campeador (1944), que en plena posguerra, no sólo continúa la exposición del “héroe nacional”, basada en los estudios sobre el Cid de Menéndez Pidal, sino que además lo convierte en figura pública, manteniendo con brillantez los motivos convencionales de la piedad filial y el motivo de la honra.

La visión moderna del Cid cambia con la película de Anthony Mann en 1961, pues abarca toda la vida adulta del héroe castellano, apareciendo éste como reflejo de la época histórica que le tocó vivir. El director, asesorado literariamente por Ramón Menéndez Pidal, combina diversos motivos tradicionales, como el odio de Urraca por el Cid en su juventud, que subyace en el Cantar de Sancho II, el carácter arrogante del joven Rodrigo, según aparece en las Mocedades, la exaltación política del héroe en los últimos años, que nos cuenta el Cantar de Mío Cid, el amor apasionado entre Rodrigo y Jimena, que debe bastante a Le Cid de Corneille, y utiliza la técnica de la unión de contrastes extremos, como el de la felicidad privada frente a la misión nacional, con el objeto de subrayar la interdependencia entre lo público y lo privado. Se destaca el proceso sicológico de Jimena, que se mueve desde la insubordinación causada por la venganza hasta el reconocimiento de la grandeza histórica del Cid, pasando por el encuentro amoroso en el granero.

Le Cid de Corneille: alt text Es una tragicomedia de Pierre Corneille estrenada en 1636. Es una de las obras más conocidas dentro del mundo de la cultura francesa y responsable en gran parte de la leyenda caballeresca española en Francia. El argumento está basado en la obra de Guillén de Castro Las mocedades del Cid y también en los romances del Cid.

Don Diego y Don Gómez, conde de Gormaz, han decidido unir en matrimonio a sus hijos Rodrigo y Jimena. Pero cuando el rey elige como preceptor del príncipe a Don Diego, el conde se pone celoso y ofende a este último abofeteándolo. Don Diego, demasiado viejo para luchar, deja la venganza en manos de su hijo. Rodrigo, dividido entre su amor por Jimena y su deber por vengar el honor de su padre, opta por la necesidad de restaurar el honor familiar que a sus sentimientos por Jimena. Aún sin negar su amor, Jimena pide al rey la cabeza de Rodrigo.

A pesar de estar más enamorada que nunca de Rodrigo, convertido en un héroe nacional, Jimena mantiene su postura y pide al rey que uno de sus caballeros luche por ella con el fin de que le entregue la cabeza de Rodrigo. El elegido es Don Sancho, que también ama a Jimena, y aunque ella no le corresponde, promete desposarse con quien quiera que resulte vencedor del duelo a muerte. El rey accede, aunque a disgusto, pues no le agrada la idea de arriesgarse a perder a Rodrigo. Antes del duelo, Rodrigo habla en privado con Jimena y le dice que no se defenderá contra lo que simbólicamente es la mano de ella. Jimena finalmente lo persuade para que lo haga lo mejor posible, porque si vence se casarán.

Tras el duelo, el campeón de Jimena, portando una espada ensangrentada, se acerca a donde ella está esperando. Al verlo, Jimena se teme lo peor, sin darle oportunidad de hablar. Acude ante el rey y finalmente se siente libre para confesar su amor por Rodrigo al creerlo muerto. Don Sancho explica entonces que Rodrigo lo venció, aunque le perdonó la vida. Rodrigo por su parte, al acabar el duelo había acudido directamente junto al rey, dándole su propia espada a Don Sancho para que se la entregara a Jimena.

alt textAunque se aman, Jimena y Rodrigo son reticentes a casarse a causa de lo sucedido, aunque, las circunstancias han demostrado que están hechos el uno para el otro. No obstante, necesitan un tiempo para adaptarse. Jimena fija la boda para un año más tarde. Entre tanto, Rodrigo conducirá una guerra contra los moros en su propio territorio.

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