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EL CANTAR DE MÍO CID: SU ORIGEN

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Es un cantar de gesta anónimo que relata hazañas heroicas inspiradas en los últimos años de la vida del caballero castellano Rodrigo Díaz de Vivar, el Campeador. La versión conservada fue compuesta, según la mayoría de la crítica actual, alrededor del año 1200. Se trata de la primera obra poética extensa de la literatura española y el único cantar épico castellano conservado casi completo.

El poema consta de 3735 versos de extensión variable (anisosilábicos), aunque predominan los de catorce a dieciséis sílabas métricas, divididos en dos hemistiquios separados por cesura. La longitud de cada hemistiquio es normalmente de tres a once sílabas, y se considera unidad mínima de la prosodia del Cantar. Sus versos no se agrupan en estrofas, sino en tiradas; cada una es una serie sin número fijo de versos con una sola y misma rima asonante. Se desconoce su título original.

La principal fuente del cantar sería la historia oral, y parcialmente pasajes que en última instancia remiten a la Historia Roderici, aunque queda la objeción de que el cantar de gesta omite completamente el servicio mercenario de Rodrigo Díaz al reino taifa de Zaragoza, que en la biografía latina está relatado con considerable extensión, y es el hecho que toma Arturo Pérez Reverte para construir su Sidi.

Fecha y lugar de composición del Cantar de mío Cid:

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El Cantar de Mío Cid arranca del primer destierro, Además, todo lo relativo a los matrimonios entre las hijas del Cid y los infantes de Carrión La proporción de historia y poesía ha sido un importante argumento en los intensos debates sobre la identidad del autor del cantar y su fecha exacta de composición. Las dos posturas más alejadas vienen representadas por Ramón Menéndez Pidal y Colin Smith. De acuerdo con las investigaciones de Menéndez Pidal, que se basó en la toponimia descrita en el Cantar del Mío Cid, en los rasgos dialectales de la lengua empleada y el verismo de cada uno de los cantares, el poema fue escrito por dos poetas: el primero era obra de un juglar de Medinaceli, una localidad castellana entonces cercana a la frontera con los reinos musulmanes, realizada en estilo tradicional, de tipo básicamente popular, muy fiel a los hechos históricos y compuesta alrededor de 1140, menos de medio siglo después de la muerte del Cid. Más tarde, basándose en algunos aspectos estilísticos y en datos que, a su juicio, parecían corresponder a dos épocas distintas, sostuvo la hipótesis de una obra compuesta por dos juglares. El primero, de San Esteban de Gormaz, habría escrito en torno a 1110 y sería el responsable de los elementos más históricos del poema; el segundo, vinculado a Medinaceli, habría amplificado el poema con los rasgos más novelescos, hacia 1140.

En el otro polo se sitúa la interpretación de Colin Smith, quien defendía que el colofón del manuscrito del Cantar de Mío Cid transmitía tanto su fecha de composición, 1207, como el nombre de su autor, Per Abbat, al que identificó como un abogado burgalés a principios del siglo XIII. Su autor conocería la vida del Cid a través de documentos de archivo y cuya obra no sólo no debería nada al estilo tradicional, sino que sería el primer poema épico castellano, una innovación literaria inspirada en las chansons de geste francesas y en fuentes latinas clásicas y medievales. Per Abbat es el autor de la copia de 1207 del Cantar de mío Cid. El nombre Per(o) Ab(b)at (Pedro Abad) era muy corriente en la época, lo que hace difícil identificarlo. Colin Smith defendió en 1983 que Per Abbat fue el autor del cantar aunque también en 1994 el profesor británico reconoció que probablemente Per Abbat solo fuera el copista.

Este primitivo cantar es posible que fuera objeto de una refundición entre los años 1140 y 1150; y de otra, tal vez más intensa, hacia 1160, que puede ser la copiada por el amanuense Per Abbat en 1207 y que transcribió el manuscrito del siglo XIV. Lo cierto es que el texto de principios del siglo XIII, y que hoy leemos, es una refundición de algo más antiguo que nos ofrece uno de los mayores aciertos de la epopeya medieval, comparable al Cantar de Roldán, y en la que el arte juglaresco ha alcanzado una fina y sutil madurez sin perder el primitivismo, la naturalidad y el estilo inmediato e improvisado que debió de revestir la gesta en sus viejas y desconocidas formas anteriores.

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